Dirigir la atención del niño
Hay mucha gente que le dice habitualmente a un niño: “No hagas eso o te enfermarás”, “Dios mío, sí que estás pescando un buen resfriado”, “Te enfermarás si sigues con eso”, “Sé que a Juanito le va a dar el sarampión si va a la escuela”, y una cantidad incontable de sugestiones pesimistas similares. También usan miles de frases como “Eso no se dice”, “Eso no se hace”, “Eso no se toca”, “Estate quieto”. Los padres pueden estar alerta respecto a estas frases y evitar su uso tanto como sea posible. Con un poco de imaginación y práctica, no es difícil mantener seguro a un niño sin usar la represión verbal constante. Las sugestiones hechas a un niño deben ser positivas en tanto como sea posible. Si ilustramos gráficamente lo que le ocurre a una botella de vidrio cuando se cae, lograremos transmitir la idea mucho mejor que mil gritos como “¡Aléjate de eso!” o “¡Deja eso!”.
Cuando tratemos con niños, los movimientos suaves y tranquilos y una voz sosegada llegarán mucho más lejos para evitar reestimulaciones. Cualquiera que desee trabajar con niños y tener éxito cultivará estos hábitos. Son particularmente valiosos durante las emergencias.
Si debe obtener la atención de un niño rápidamente, a causa de una situación potencialmente peligrosa que se esté desarrollando tan lejos que no permita que la persona a cargo del niño llegue hasta él en caso de urgencia, bastará con que le llame por su nombre con voz lo suficientemente fuerte para que lo oiga y eso surtirá efecto sin ningún daño. Es mucho mejor que gritar órdenes como “¡Párate!”, “¡Quédate ahí!”, “¡No hagas eso!”, y demás. No es tan reestimulativo.
El recuerdo
El pedirle a un niño que recuerde algo puede usarse en cientos de situaciones que surgen día tras día. Puede usarse cuando el niño esté quejumbroso, triste o llorando por algo; cuando se sienta ligeramente enfermo; cuando esté obviamente reestimulado por algo; cuando haya oído por casualidad una dramatización (la acción de volver a representar en el presente algo que ocurrió en el pasado); cuando alguien le haya castigado severamente o desatado una dramatización dirigida hacia él; cuando se sienta rechazado; en fin, cada vez que el niño se sienta infeliz o nervioso por cualquier razón o cuando usted sepa que ha tenido una experiencia altamente reestimulativa.
El principio consiste aquí en conseguir las frases y situaciones específicas que causan las reestimulaciones. Por supuesto, esta técnica sólo puede usarse una vez que el niño haya aprendido a hablar lo suficiente como para poder dar un relato coherente de lo que esté pensando o sintiendo.
Si el niño se siente molesto (no gravemente enfermo), puede empezar preguntándole cuándo se sintió así en una ocasión anterior. Normalmente el niño lo recordará. A medida que le vaya haciendo más preguntas de lo que estaba haciendo en aquel momento, qué estaba ocurriendo, quién estaba hablando, qué se dijo, cómo se sintió, él describirá la escena gráficamente. Cuando lo haga, simplemente haga que lo repase unas cuantas veces. Cuando llegue al final, dígale: “Cuéntamelo otra vez. ¿Dónde estabas cuando papá estaba hablando?”. “Cuéntalo otra vez”. O sencillamente: “Veamos ahora, estabas sentado en el sofá cuando Papá dice: ¿Qué dice?”. Se puede usar cualquier frase sencilla que retorne al niño al principio de la situación.
No hay necesidad de hacer compleja esta acción. Los niños entienden el “Cuéntamelo otra vez”. Les encanta oír historias una y otra vez y también les gusta contar sus historias a un público interesado. Sin embargo, no sea excesivamente compasivo. Muestre interés y afecto, sí, pero no lloriquee ni se lamente diciendo: “¡Pobre cariñito, pobrecito mío!” o frases por el estilo. Hacer esto tiende a hacer pensar al niño que los trastornos o heridas son valiosos, en el sentido de que le han hecho merecedor de una atención y compasión especial.
Cuánto más pueda entrar en la realidad del niño, mejor podrá ayudarle. Imite su tono de voz, sus “¡Sí!”. ¿Y entonces qué?“¿Y luego qué?”. Adáptese a su mímica gráfica, sus ojos abiertos, su interés emocionado o cualquiera que sea su humor y tono, pero no, por supuesto, hasta el extremo de repetir como un papagayo. Si no puede hacerlo bien, entonces limítese a ser natural, sencillo y a mostrarse interesado.
A menudo, cuando un niño está reestimulado, utilizará una o dos frases una y otra vez. En este caso usted puede empezar con “¿Quién dice eso?” o “¿Quién te está diciendo eso?” o “¿Cuándo oíste eso?”.
A veces insistirá: “Yo lo digo; ¡Cállate, viejo tonto!” o con cualquier otra frase. En este caso pregúntele: “¿Y quién más lo dice?” o “Mira a ver si puedes recordar cuando oíste a alguien decir lo mismo” y por lo común empezará a contarle un incidente.
Una mujer, trabajando con su hija, se quedó asombrada cuando esta le dijo: “Tú lo dijiste, mami, hace mucho tiempo”. “¿Dónde estabas cuando yo lo dije?”. “¡Oh! Yo no era más que una cosita dentro de tu vientre!”. Probablemente esto no ocurra a menudo, pero a medida que el niño capte la idea, puede que suceda tarde o temprano. Cualquiera que sea el incidente, usted sigue sencillamente preguntando hasta reconstruir el incidente: “¿Qué estabas haciendo?”. ¿Dónde estabas? “¿Dónde estaba yo?”. “¿Qué estaba diciendo papá?”. “¿A qué se parecía?”. “¿Cómo te sentiste?”, etc. Haga que el niño recuerde el incidente unas cuantas veces hasta que se ría. Esto lo liberará de la reestimulación.
Uso de muñecos o animales de peluche
Si el padre sabe que el niño ha oído por casualidad una dramatización, o ha sido castigado o reñido con severidad, puede manejar esto unas pocas horas después del incidente preguntándole sobre él. “¿Te acuerdas cuando le grité a mamá anoche?”. Si el niño no está acostumbrado a expresar su enojo ante sus padres, o si ha sido reprimido severamente en el pasado, habrá que persuadirlo un poco para que hable de ello. Mientras lo hace, hágale saber con su actitud que está perfectamente bien que hable de ello. Si, sencillamente, no lo logra, podría intentar hacer que lo represente. Si el niño juega con muñecos o animales de juguete, usted puede al jugar con él hacer que el haga que los muñecos o juguetes simulen la dramatización.
“Esta es la muñeca mamá. Y este es el muñeco papá. ¿Qué dice la muñeca mamá cuando está furiosa?”. Con bastante frecuencia esto llevará al niño directamente a la situación, y si le deja de verdad abrirse y describir la situación, sin condenas, escuchando de una manera comprensiva e interesada y animándolo con un “Sí… y entonces, ¿qué?” oportuno, pronto dejará de fingir y empezará a contarle directamente lo que oyó. Incluso si no lo hace así, y como a menudo hacen los niños, representa la situación un par de veces con sus muñecos o juguetes, se reducirá la intensidad en gran medida.
Realización de dibujos
En lugar de muñecas o juguetes, usted puede hacer que el niño haga dibujos. “Dibújame un hombre y una mujer… ¿Qué están haciendo? Dibújame una mujer llorando”, etc. El énfasis deberá ponerse siempre en el adulto que estaba dramatizando, y no en el niño que se portó mal, si eso sucedió. Hacer dibujos, jugar a las casitas diciendo: “¿Y entonces tú dices…?”. “¿Y luego yo digo…?” o hacer simplemente que el niño invente una historia sobre todo esto, le servirá de ayuda.
Enojo
Con los niños que no han sido inhibidos en sus expresiones de enojo contra sus padres, estos subterfugios (pretextos, excusas engañosas) no son necesarios generalmente. Si usted actúa como un público interesado y les da ánimo para desarrollar la situación, hablarán y dramatizarán libremente las situaciones escuchadas o los regaños que recibieron. Si observa a los niños jugando, verá que a menudo hacen exactamente eso, imitan a sus padres y a otros adultos en sus dramatizaciones.
A veces el sólo preguntarle a un niño: “¿Qué ha ocurrido que te ha hecho sentir mal?” o “¿Qué dije para hacerte sentir así?”, sacará y aliviará los elementos reestimuladores en la situación actual.
Todos estamos familiarizados con las violentas amenazas que los niños pueden idear cuando están frustrados: “Le haré pedazos y lo tiraré al río. Haré que entren todos en el armario y los encerraré y tiraré la llave y así se arrepentirán”, etc. Si uno les anima diciendo: “¿Sí? ¿Y luego qué vas a hacer?”. o “¡Caramba, eso sería algo!”, seguirán durante un rato, y luego es muy probable que salgan de repente del disgusto y sigan con lo que estaban haciendo.
Si un niño está enfadado, déjelo que siga enfadado incluso si usted es la víctima. Deje que dramatice su enojo, y normalmente desaparecerá con rapidez. Pero si intenta suprimirlo, crecerá, empeorará y durará más. El dejar que un niño reaccione ante una situación frustrante sin una supresión adicional parece liberar la energía de la frustración y le sacará de ella con más rapidez que casi cualquier otra cosa.
Miedo
Si un niño tiene miedo, deje que hable acerca de ello, dándole todo el aliento que pueda. Esto es particularmente efectivo con las pesadillas. Despierte al niño, abrácelo con tranquilidad hasta que su llanto se calme un poco y pregúntele sobre la pesadilla, haciendo que la relate varias veces hasta que ya no esté asustado. Luego pregúntele sobre un recuerdo agradable y haga que se lo cuente antes de dejarle. Si no quiere dormir solo después de esta pesadilla, no le haga enfrentarse con su miedo. Quédese con él y anímele a que hable sobre ello hasta que se le pase el miedo, incluso aunque tarde algún tiempo. Cuando usted le pregunte sobre sus miedos, puede usar la frase: “Igual que”. Si el niño le tiene miedo a la oscuridad pregúntele: “¿Qué es igual que la oscuridad? ” Si tiene miedo de los animales, una pregunta similar hará que analice su miedo. Quizás no siempre tenga éxito durante las primeras preguntas, pero si sigue con paciencia, pronto conseguirá una respuesta que le informará de un incidente en el que el niño tiene su atención y podrá ayudarle a manejarlo hablando sobre lo que ha ocurrido.
Pesar
Si el niño está experimentando pesar, una buena manera de empezar es: “¿Por qué lloras?”. Después de que el niño le haya dicho por lo que llora unas cuantas veces, ayudado cada vez con preguntas sobre el incidente, y cuando su llanto haya disminuido, usted le puede preguntar: “¿Por qué otras cosas lloras?”.
En realidad, a menudo será suficiente dejarle simplemente que llore hasta que se le pase. Esto resulta especialmente cierto si usted está en estrecho contacto con él y él sabe que puede contar con usted como apoyo y ayuda.
No intente hacer que un niño deje de llorar diciéndole simplemente que no llore. Maneje el incidente que causó el llanto preguntándole lo que ha ocurrido y haciendo que se lo cuente hasta que se ría o déjelo llorar hasta el final mientras lo acaricia o lo abraza. En este último caso, ni una sola palabra; sólo afecto.
Irritabilidad
Si el niño está simplemente molesto e “intratable”, usted puede, con frecuencia, hacer que se le pase, desviando su atención, introduciendo una historia nueva y fascinante; un libro con imágenes o un juguete o, en el caso de un niño muy pequeño, algo que brille. Esta es una vieja técnica pero es válida. Si el niño está molesto, es posible que esté aburrido, lo que significa que se ha suprimido, de alguna forma la actividad en particular en la que estaba interesado. Está buscando algo nuevo pero no es capaz de encontrarlo. Si puede darle algo que le interese, de inmediato se pondrá más contento. Sin embargo, no haga esfuerzos exagerados para atraer su atención, agobiándole con movimientos bruscos u otras acciones para desviar la atención, como: “¡Mira, cariño, qué reloj más bonito!”, y si esta frase no da resultado instantáneo, saltar a algún otro objeto. Esto sólo le confundirá más. Muévase con suavidad y en silencio, mantenga una voz suave y tranquila y dirija su atención hacia una cosa nueva. Eso debería ser suficiente.
Si nada de esto funciona, a veces se le puede liberar de la dramatización trayéndole a tiempo presente con un estímulo físico intenso, como jugar a luchar o cualquier otro tipo de ejercicio vigoroso.
Si puede mantener la atención del niño lo suficiente, puede pedirle que le cuente alguna cosa agradable que le haya ocurrido. Puede que al principio lo haga de mala gana, pero a medida que le anime, a menudo se meterá directamente en el recuerdo agradable y pronto volverá a estar contento.
Hacer del recordar un juego novedoso proporcionará una manera agradable y constructiva de mantener a un niño ocupado durante viajes largos, períodos de espera, de convalecencia o similares.
Los niños, por naturaleza, tienen una buena capacidad de recuerdo. Les encanta hablar sobre momentos de placer ya pasados. Una buena parte de la conversación de un niño está llena de las cosas maravillosas que ha hecho o que espera hacer, y a menudo habla espontáneamente sobre las ocasiones en que ha estado asustado o triste.
Enseñe al niño a relatar todos los momentos de placer preguntándole lo que ocurrió cuando fue al zoológico o cuando fue a nadar. Cuando empiece a contárselo, hágale cambiar sutilmente al tiempo presente verbal (como se sugirió anteriormente) si es que él mismo no lo hace. Dígale que sienta el agua, que sienta cómo se mueve, que vea lo que está pasando, que oiga lo que dice la gente y los sonidos que lo rodean. Esto le ayudará a reconstruir el recuerdo de las muchas cosas que percibe, pero no insista en que haga un relato completo de las percepciones si el niño está recordando el incidente de manera rápida y segura, contándoselo con fluidez. No es necesario mucho esfuerzo para que un niño haga esto.
Puede introducir el juego diciendo: “Juguemos a recordar” o “Cuéntame cuando fuiste a…” o “Finjamos que vamos otra vez al zoológico” o cualquier otra frase casual. Entre en el relato tanto como pueda, adoptando los tonos y maneras del niño si ello le resulta fácil de hacer; interesándose siempre y aguardando ansiosamente el próximo detalle.
Cuando un niño venga a hablarle acerca de un accidente que tuvo o de algo que le asustó o le hizo infeliz, escúchele y haga que lo repita varias veces. A medida que los niños aprenden a “jugar a recordar” y captan su utilidad, empezarán a pedirlo siempre que lo quieran o lo necesiten.
En resumen, los puntos principales al tratar con los disgustos o lesiones de un niño son:
Proporcione ayudas para lesiones menores si es necesario, o deje que el niño llore si eso parece ser suficiente.
Haga que el niño recuerde la última vez que ocurrió o haga que le cuente de forma completa lo que sucedió que le hizo infeliz.
Enséñele al niño a recordar haciendo que relate momentos pasados de placer.
Utilice el recuerdo de momentos de placer u otras técnicas para sacar al niño de los momentos de trastorno, llevándole hasta tiempo presente.
Con estos cuidados, el niño se mantendrá más sano y feliz.